
El Cami luchador, fue abandonado por su familia, adoptado por un drogadicto que lo golpeaba y lo inyectaba, el drogadicto murió y el Cami quedó solo vagando por la ciudadela.
El Cami hizo amistad con Diego que le daba de comer a la par del portón verde, en días de frío el Cami pasó el portón verde, entró a saludar a "La Colo" y ella lo alojó en el fondo, en el fondo vivìa Puki, mi perra malhumorada, yo era la única a quien quería, luego de violentas peleas y jarrazos de agua, Puki le cedió parte del territorio. El cami cuidaba las crías de Puki, y a Fausto, el gato blanco.
El Cami tenía rastas y sindrome de Wendy, me acompañaba a la parada de colectivo, corría los fines de semana detrás del auto de papá, cruzaba a la casa de Paulita y ocupaba todo el umbral esperando a que yo terminara de jugar. A veces comía mis sanguches, a veces mordía gente ajena al barrio, a veces se razcaba bajo la cama y te hacía creer poseído.
El Cami sabía dar la pata, saludar con la cabeza, cambiar de lugar su cama y consolar peleas con padres, hermanos y amigas.
En el 1998, se mudò mi hermana con su perro rottweiller, "La Colo" malcriadora de hermanas, envió al Cami a una veterinaria que lo pedía hace años (nunca le creí del todo), el peor temor del Cami, separarse otra vez.
No lo volví a ver, mamá decía que si lo visitaba iba a sufrir mas la separación.
Desde entonces tengo gatos, ya casi ni me gustan los perros...